Que no nos roben el pan prometiendo que traerán más.
Siempre que camino por las ciudades, no puedo evitar mirar a los mendigos de la calle. Ellos fueron la razón de que yo empezara a escribir monólogos. Escribí mi primera obra de teatro con 17 años, “Hablando con Peter”. Era la historia de un vagabundo tirado en la calle, que podría ser yo. O cualquiera. Hoy escribo este capitulo porque mire a la cara a uno de estos mendigos. Conseguí mirarle a los ojos. Descubrí que en su mirada; tenia todo lo que le faltaba. Él me enseño sus dos paletas de la boca y me dibujo una sonrisa en la cara. Seguí caminando de camino a casa y no paraba de preguntarme si seria yo capaz de sonreír tirado en la calle. Ahora aprecio cada tacita de te caliente que puedo tomarme. Acaricio cada manta calentita que me arropa todas las noches. Cuido mi trabajo con la esperanza de no perderlo. Porque vivo en un tiempo que vale mas el trabajo que el dinero. Donde los trabajadores trabajan más y ganan menos; y los ricos hacen menos que nada para ganar más dinero. Y por eso cada día que me levanto en mi cama, no puedo evitar pensar si será la última vez que duerma en ella. Y voy a terminar como terminaba mi primer monologo teatral; Respeto. Respeto a esta pobre gente; y que nunca, ninguno de nosotros, durmamos en la calle.
Cuando ella lo tiene todo, y tú no tienes nada más que a ella; no tienes nada que regalarle. Era su cumpleaños. ¿Qué podía regalarle? No se me ocurría nada. Tenia la experiencia de hacer regalos caros que no tenían nada de valor. Así que no volvería a regalar un sofá a nadie. Ella no me pedía nada. Yo tampoco quería regalarle nada. Total solo hacia una semana que nos conocíamos. Ella llevaba solo un mes en Madrid. Que mala suerte empezar una nueva relación cuando estas pelado de dinero. No puedes invitarla al cine, ni a un helado, ni siquiera a un paquete de pipas. Nada. Y si no puedes invitarla a nada, tampoco puedes comprarle un regalo de cumpleaños. Quería poner la excusa de que como solo llevábamos una semana; pues no le regalaría nada. Pero a veces me da por razonar y no pude. Así que cuando llego el día le regale un folio donde ponía: "Vale por un regalo" Próximamente. Ella lo vio y se echo a reír. Yo trate de explicarle, pero ella estaba partiéndose de risa y no me escuchaba. Yo le prometí un regalo otro día, pero ella me cerró la boca con la mano y me beso. Ese beso fue un regalo maravilloso pero no era mi cumpleaños. Pasamos el día juntos, caminando por el retiro. La lleve al palacio de cristal. Ella me soltó la mano y se puso a correr. Nunca había visto ese palacio. Empezó a hacer fotos, hacerse fotos, hacerme fotos, hacernos fotos, haciendo fotos, pidiendo fotos, regalando fotos, comprando fotos… menos mal que tire la cámara al lago. Yo tenía que marcharme a trabajar. Me despedí de ella antes de que se hiciera de noche. Cuando termine mi día laboral, me fui a casa muy cansado y no paraba de pensar en el regalo de cumpleaños. Y justo antes de dormir me llego un sms de ella; Gracias por regalarme una de las mejores tardes de mi vida.
Creo que uno de los mejores regalos que puedo hacer; son folios de papel. Con vales. Y bueno creo que también compartir una parte de mi vida.
Entre tinieblas. Entre el frio de la nieve. Entre las luces que destellan mi mirada. Entre las noches a solas con la luna. Entre mis lágrimas. Entre los nudos de mi garganta. Entre el ardor de mi barriga. Entre mis juguetes abandonados. Entre mis fotos desgastadas. Entre la canción de los Hombres G – Si no te tengo a ti. Entre las derrotas de un partido. Entre los brazos de alguien a quien no quiero. Entre todas esas y más cosas; me acuerdo de ti. Como me gustaría que volvieras Pacho.
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